El consumo de anfetaminas deriva en la activación de varios neurotransmisores de nuestro cuerpo: dopamina, serotonina, adrenalina y noradrenalina.
En el caso de las anfetaminas consideradas anorexígenas encontramos como efecto principal la reducción del apetito de forma temporal. Sin embargo, cuando el cuerpo se acostumbra a la dosis habitual de anfetaminas se desarrolla tolerancia a la sustancia y por eso se debe aumentar la dosis para continuar con el tratamiento antiobesidad.
En cualquiera de los casos, no se recomienda un uso de anfetaminas para un tratamiento antiobesidad demasiado avanzado en el tiempo.
Si atendemos a los efectos producidos por las anfetaminas entactógenas el marco se amplía bastante más, de forma que una persona que consuma anfetaminas de este tipo puede experimentar los siguientes efectos:
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Aumento de la empatía y sentimiento de proximidad emocional con el resto.
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Mayor conocimiento de uno mismo y de los de alrededor a nivel emocional.
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Desaparición del cansancio, sueño o hambre.
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Estado de euforia y aumento de energía.
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Visión borrosa.
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Sudoración excesiva.
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Aumento del ritmo cardiaco, ritmo respiratorio y presión arterial
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Temblor y bloqueo de mandíbula
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Dificultad para orinar
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Dolor de cabeza
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Boca seca
En general, estos son los efectos instantáneos que tienen lugar a partir de los 30 minutos desde la consumición de cualquier anfetamina entactógena como puede ser el MDMA, la metanfetamina o el speed, entre otros.
Sin embargo, también es necesario recalcar que pueden aparecer efectos más retardados en el tiempo ante un consumo habitual de anfetaminas, como pueden ser:
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Insomnios que duran varios días tras el consumo de anfetaminas.
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Cansancio psíquico producido por la alteración del sueño.
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Estados de paranoia y ansiedad derivados de consumo abusivo y/o crónico (Psicosis anfetamínica).
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Pérdida de memoria y bloqueo mental esporádico.